Acerca de mí

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Tibás, San José,, Costa Rica
Siempre he querido encontrar un sitio en el que se pueda acudir cada vez que nuestro corazón esta pasando por un desierto en el que pareciera que nos hemos alejado de Dios. Y poder así mediante la lectura y el silencio entablar un dialogo con él; con la seguridad de que somos escuchados. Y con la suficiente apertura de nuestra parte para oírlo. Recordando y vivenciando que la luz es nuestro origen. Que las respuestas no estan fuera de nosotros y que debemos recobrar nuestra capacidad de escuchar y de guardar silencio.

Gracias por Visitarme!

Tú presencia en este blog no es casualidad, estabamos destinados a cruzarnos en el camino. Un gusto conocerte y que me conozcas. Disfrutemos de esta experiencia de estar vivos. No permitamos que nuestras circunstancias nos dominen, ni demos poder a nadie sobre nosotros. No, nos apeguemos a nada ni a nadie. Vivamos el momento con miras a ser cada vez mejores personas y no abandonemos el sendero espiritual. Gracias por detenerte y leer el blog. Bendiciones.

Feliz de poder conocerte!

Feliz de poder conocerte!
Me refiero a tí! Gracias por compartir.

Romanos 12:9-14

Que el amor sea sincero
Aborrezcan el mal y procuren todo lo bueno.
Que entre ustedes el amor fraterno sea verdadero cariño,
y adelántense al otro en el respeto mutuo.
Sean diligentes y no flojos.
Sean fervorosos en el Espíritu y sirvan al señor.
Tengan esperanza y sean alegres.
Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar.
Compartan con los hermanos necesitados,y sepan acoger a los estén de paso.
Bendigan a quienes los persigan, bendigan y no maldigan"

No debemos olvidar que, cuando nuestros actos se revisten de amor, de servicio y entrega, cumplimos los mandamientos de la ley de Dios.

Salmo 24

Salmo 24
Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella,el mundo y cuantos lo habitan; 2 porque él la afirmó sobre los mares,la estableció sobre los ríos. 3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?¿Quién puede estar en su lugar santo? 4 Sólo el de manos limpias y corazón puro

La santa eucaristía

La santa eucaristía
Nuestro Padre!

Por Francisco de Sales...para oír la misa!

Para oír Misa como conviene, ya sea real, ya espiritualmente, has de seguir este método:
Desde el principio has que el sacerdote sube al altar prepárate juntamente con él, lo cual harás poniéndote en la presencia de Dios, reconociendo tu indignidad y pidiéndole perdón de tus defectos.
Desde que el sacerdote suba al altar hasta el Evangelio, considera sencillamente y en general la venida de nuestro Señor al mundo y su vida en él.
Desde el Evangelio, hasta concluido el Credo, considera la predicación del Salvador, protesta que quieres vivir y morir en la fe y obediencia a su santa palabra y en la unión de la Santa Iglesia Católica.
Desde el Credo hasta el Pater noster contempla con el espíritu los misterios de la Pasión y muerte de nuestro Redentor, que actual y esencialmente se representan en este santo Sacrificio, que has de ofrecer, juntamente con el sacerdote y con el resto del pueblo, a Dios Padre para honra suya y salvación de tu alma.
Desde el Pater noster hasta la Comunión, esfuérzate a excitar en tu corazón muchos y ardientes deseos de estar siempre junta y unida a nuestro Señor con un amor eterno.
Desde la Comunión hasta el fin, da gracias a su Divina Majestad por su encarnación, vida, Pasión y muerte, y por el amor que nos muestra en este santo Sacrificio, pidiéndole por él que te sea siempre propicio a ti, a tus parientes, a tus amigos y a toda la Iglesia, y humillándote de todo corazón recibe devotamente la bendición divina que te da nuestro Señor por medio de su ministro.
Pero si quieres tener mientras la Misa la meditación de los misterios que vas siguiendo por orden todos los días, no es necesario que te diviertas en hacer estos actos particulares: bastará que al principio hagas intención de que el ejercicio de meditación y oración que tienes sirva para adorar y ofrecer este santo Sacrificio, puesto que en cualquiera meditación se encuentran los actos arriba dichos o ya expresos, o a lo menos implícita y virtualmente.

Oremos Juntos

Oremos Juntos
Dios escucha nuestras peticiones. No olvidemos las necesidades de los demás, tanto materiales, espirituales como de cualquier otra índole. Oremos y hagamos algo para coolaborar en el bienestar del otro. Y esperemos en el Seños, que él conoce nuestras necesidades mejor que nosotros mismos.

Oración de la mañana

Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras de este día. No permitas que Te ofenda y dame fortaleza para huir de las ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.


Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.

¡Oh, Señora mía! ¡oh, Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a Vos; y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.

Angel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén

El Gran Consolador

El Gran Consolador
Oh Espíritu Santo! Amor del Padre y del Hijo, Inspírame siempre, lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo y como debo callar, cómo debo actuar y lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación. Espíritu Santo dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección y al acabar. Amén. Cardenal Vernier

Soy Hijo de Dios

¡Derrama tu Gracia, oh Dios!Para así poder conocerte,aceptarte y seguirte.Anunciando a Ti… con palabras y hechos, como Señor y Salvador.¡Derrama tu Gracia, oh Dios!Permite que te aceptemos, humildemente, desde el tiempo y lugar en donde vivimos, cada día, cada momento.¡Sopla Tu Espíritu, Señor!Haz que veamos nuestras muchas faltas.Pedimos, por ellas, Tu perdón.Y que Tú, al perdonarnos, nos desSabiduría para reparar los errores.¡Sopla Tu Espíritu, Señor!Cambia nuestros seres, libéranos para la Vida en abundancia construida, desde el Amor, en unidad y comunidad… aún en la diversidad.

Nuestro Maestro

Nuestro Maestro
Jesús siempre Conmigo, quién contra mí! Querido Jesús, gracias por permitirme sentir tu presencia en mi vida.

ACTO DE CONFIANZA

¡Oh Corazón de Jesús! Pongo toda mi confianza en Ti.De mi debilidad todo lo temo,pero todo lo espero de tu bondad.A tu Corazón confío... (petición).¡Jesús mío!, yo cuento contigo, me fío de Ti, descanso en Ti.¡Estoy seguro en tu Corazón!

El centro de uno mismo

El centro de uno mismo
Conocerse y ser uno mismo es un triunfo. Dijo San Agustín: "Conócete, Acéptate y superate"

Deepra de Chopra

Deepra de Chopra
"Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás”.

ORACION PARA SONREIR

Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostrosonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.Que mis ojos sonrían diariamentepor el cuidado y compañerismode mi familia y de mi comunidad.Que mi corazón sonría diariamentepor las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamentecon la alegría y regocijo de tus trabajos.Que mi rostro dé testimonio diariamentede la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.-Madre Teresa de Calcuta

Habla con Dios y escuchalo!

Habla con Dios y escuchalo!
"Cuando reces entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo"

Te escucho Padre!

Te escucho Padre!
Jesús, aquí estoy!

ALMA DE CRISTO


Alma de Cristo, santifícame.Cuerpo de Cristo, sálvame.Sangre de Cristo, embriágame.Agua del costado de Cristo, lávame.Pasión de Cristo, confórtame.¡Oh, buen Jesús!, óyeme.Dentro de tus llagas, escóndeme.No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme.En la hora de mi muerte, llámame.Y mándame ir a Ti.Para que con tus santos te alabe.Por los siglos de los siglos. Amén.

Hablemos detalladamente con Dios

Hablemos detalladamente con Dios
Digamole todo. El nos escucha.

La Necesidad del Silencio de Anselm Grun, o.s.b

En medio del bullicio de nuestro tiempo, son muchas las personas que sienten necesidad de liberarse de su ruidoso ajetreo y encontrar la tranquilidad. Una riada de libros sobre el silencio pone de manifiesto el deseo de tranquilidad que experimentan esas personas. El ruido amenaza su salud. Y, al igual que el filósofo danés Sören Kierkegaard, han descubierto en el silencio un remedio para sus males interiores. Ensalzan la benéfica acción del silencio y entonan himnos de alabanza en su honor. Muchos han descubierto el efecto sanador del silencio en contacto con las técnicas de meditación orientales, y ahora ponen el silencio por encima de todas las demás formas de expresión religiosa, por encima incluso de la oración y del servicio divino.
A otros, en cambio, el silencio les resulta arduo y penoso. Cuando se les dice que en unos ejercicios espirituales tienen que permanecer durante todo el día en actitud de recogimiento interior, lo perciben como una imposición basada exclusivamente en la reglamentación. En mis cursillos sobre el silencio me encuentro constantemente con estas dos actitudes, que son otros tantos polos. Unos están agradecidos por no tener que hablar durante varios días, por poder guardar silencio incluso durante las comidas. Para otros, en cambio, eso constituye una carga. Consideran que no es natural y, en consecuencia, rompen el silencio cuando están sentados a la mesa. Como es lógico, aquellos a quienes les gusta permanecer en silencio se sienten molestos.
En cierta ocasión, al referirme al silencio durante un cursillo, algunos de los asistentes se quejaron de que faltaba tranquilidad. Entonces les pedí a todos que respetaran el ámbito del silencio colectivo, pues el que rompe el silencio ejerce violencia, al arrebatar a los demás el espacio de su tranquilidad. En sentido inverso, en los cursillos sobre el silencio hay algunos que son tan introvertidos y estrictos que su silencio resulta bastante sobrecogedor. Consideran que deben mantener un silencio decididamente patético para mostrar a todos su elevada espiritualidad. Sin embargo, cuando uno está interiormente tranquilo, puede atender amablemente a otra persona sin romper el silencio. El silencio no es ausencia de relaciones, sino un tipo de relación. El silencio amable genera una calma serena.
En el actual y casi unánime elogio del silencio falta un aspecto que es subrayado una y otra vez en la tradición conventual: el silencio como tarea, como exigencia de trabajo interior, de cambio. Por eso, en las páginas que siguen se darán a conocer las experiencias de los antiguos monjes (siglos III-VI) con el silencio. Esperamos que aporten claridad a la actual visión del silencio, una visión a menudo claramente indiferenciada y que responde más al deseo que a la vivencia. Pero, por encima de todo, debemos poner de relieve que el silencio es una tarea espiritual que requiere la implicación de todo el ser humano. Para los monjes, el silencio no es propiamente una técnica de distensión o de profundización, ni tampoco un método para desconectarse del entorno. El silencio busca más bien el ejercicio de actitudes esenciales y nos formula una exigencia moral: eliminar nuestras actitudes viciadas, combatir nuestro egoísmo y abrirnos a Dios.
Los monjes no hablan apasionadamente del silencio. El apasionarse es siempre un síntoma de que se han proyectado demasiados deseos inconscientes en un objeto. En los escritos monásticos se habla con mucha sobriedad del silencio, que nunca es definido como el único medio del camino espiritual, sino que es contemplado siempre en relación con todos los demás medios con los que el monje ha de familiarizarse: la oración, la meditación, la dirección espiritual, el trabajo, el ayuno, la limosna, el amor al hermano y la práctica de la hospitalidad. El silencio como camino espiritual consta de tres fases: el encuentro consigo mismo, el desprendimiento o liberación, y la unidad con Dios y con uno mismo.

La meditación

La meditación
Escucha el silencio y mira la soledad que te acompaña! Llegamos solos y nos vamos solos, sin nadie y con nada.

domingo, 23 de septiembre de 2007

¿POR QUÉ CONFESARNOS?


Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados

Todos tenemos muchas cosas buenas…, pero al mismo tiempo, la presencia del mal en nuestra vida es un hecho: somos limitados, tenemos una cierta inclinación al mal y defectos; y como consecuencia de esto nos equivocamos, cometemos errores y pecados. Esto es evidente y Dios lo sabe. De nuestra parte, tonto sería negarlo. En realidad… sería peor que tonto… San Juan dice que «si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros» (1 Jn 1, 9-10).

De aquí que una de las cuestiones más importantes de nuestra vida sea ¿cómo conseguir «deshacernos» de lo malo que hay en nosotros? ¿de las cosas malas que hemos dicho o de las que hemos hecho mal? Esta es una de las principales tareas que tenemos entre manos: purificar nuestra vida de lo que no es bueno, sacar lo que está podrido, limpiar lo que está sucio, etc.: librarnos de todo lo que no queremos de nuestro pasado. ¿Pero cómo hacerlo?

No se puede volver al pasado, para vivirlo de manera diferente… Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón. Y El quiere hacerlo… hasta el punto que el perdón de los pecados ocupa un lugar muy importante en nuestras relaciones con Dios.

Como respetó nuestra libertad, el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través de un gran regalo que Dios nos ha hecho.

En su misericordia infinita nos dio un instrumento que no falla en reparar todo lo malo que podamos haber hecho. Se trata del sacramento de la penitencia. Sacramento al que un gran santo llamaba el sacramento de la alegría, porque en él se revive la parábola del hijo prodigo, y termina en una gran fiesta en los corazones de quienes lo reciben.

Así nuestra vida se va renovando, siempre para mejor, ya que Dios es un Padre bueno, siempre dispuesto a perdonarnos, sin guardar rencores, sin enojos, etc. Premia lo bueno y valioso que hay en nosotros; lo malo y ofensivo, lo perdona. Es uno de los más grandes motivos de optimismo y alegría: en nuestra vida todo tiene arreglo, incluso las peores cosas pueden terminar bien (como la del hijo pródigo) porque Dios tiene la última palabra: y esa palabra es de amor misericordioso.

La confesión no es algo meramente humano: es un misterio sobrenatural. Consiste en un encuentro personal con la misericordia de Dios en la persona de un sacerdote.

Dejando de lado otros aspectos, aquí vamos sencillamente a mostrar que confesarse es razonable, que no es un invento absurdo y que incluso humanamente tiene muchísimos beneficios. Te recomiendo pensar los argumentos… pero más allá de lo que la razón nos pueda decir, vale la pena acudir a Dios pidiéndole su gracia: eso es lo más importante, ya que en la confesión no se realiza un diálogo humano, sino un diálogo divino: nos introduce dentro del misterio de la misericordia de Dios.


Algunas razones por las que tenemos que confesarnos
1. En primer lugar porque Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Esto es un dato y es la razón definitiva: la más importante. En efecto, recién resucitado, es lo primero que hace: «Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar» (Jn 20, 22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus sucesores. Les dio este poder precisamente para que nos perdonen los pecados a vos y a mí. Por tanto, cuando quieres que Dios te borre los pecados, sabes a quien acudir, sabes quienes han recibido de Dios ese poder.

Es interesante notar que Jesús vinculó la confesión con la resurrección (su victoria sobre la muerte y el pecado), con el Espíritu Santo (necesario para actuar con poder) y con los apóstoles (los primeros sacerdotes): el Espíritu Santo actúa a través de los Apóstoles para realizar en las almas la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.

2. Porque la Sagrada Escritura lo manda explícitamente: «Confiesen mutuamente sus pecados» (Sant 5, 16). Esto es consecuencia de la razón anterior: te darás cuenta que perdonar o retener presupone conocer los pecados y disposiciones del penitente. Las condiciones del perdón las pone el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y tiene poder para establecer los medios para otorgar ese perdón. De manera que no soy yo quien decide cómo conseguir el perdón, sino Dios el que decidió (hace dos mil años de esto…) a quién tengo que acudir y qué tengo que hacer para que me perdone. Entonces nos confesamos con un sacerdote por obediencia a Cristo.

3. Porque en la confesión te encuentras con Cristo. Esto debido a que es uno de los siete Sacramentos instituidos por El mismo para darnos la gracia. Te confiesas con Jesús, el sacerdote no es más que su representante. De hecho, la formula de la absolución dice: «Yo te absuelvo de tus pecados» ¿Quien es ese «yo»? No es el Padre Fulano –quien no tiene nada que perdonarte porque no le has hecho nada–, sino Cristo. El sacerdote actúa en nombre y en la persona de Cristo. Como sucede en la Misa cuando el sacerdote para consagrar el pan dice «Esto es mi cuerpo», y ese pan se convierte en el cuerpo de Cristo (ese «mi» lo dice Cristo), cuando te confiesas, el que está ahí escuchándote, es Jesús. El sacerdote, no hace más que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.

4. Porque en la confesión te reconcilias con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no sería «completa».

5. El perdón es algo que «se recibe». Yo no soy el artífice del perdón de mis pecados: es Dios quien los perdona. Como todo sacramento hay que recibirlo del ministro que lo administra válidamente. A nadie se le ocurriría decir que se bautiza sólo ante Dios… sino que acude a la iglesia a recibir el Bautismo. A nadie se le ocurre decir que consagra el pan en su casa y se da de comulgar a sí mismo… Cuando se trata de sacramentos, hay que recibirlos de quien corresponde: quien los puede administrar válidamente.

6. Necesitamos vivir en estado de gracia. Sabemos que el pecado mortal destruye la vida de la gracia. Y la recuperamos en la confesión. Y tenemos que recuperarla rápido, básicamente por tres motivos:

a) porque nos podemos morir… y no creo que queramos morir en estado de pecado mortal… y acabar en el infierno.

b) porque cuando estamos en estado de pecado ninguna obra buena que hacemos es meritoria cara a la vida eterna. Esto se debe a que el principio del mérito es la gracia: hacer obras buenas en pecado mortal, es como hacer goles en «off-side»: no valen, carecen de valor sobrenatural. Este aspecto hace relativamente urgente el recuperar la gracia: si no queremos que nuestra vida esté vacía de mérito y que lo bueno que hacemos sea inútil.

c) porque necesitamos comulgar: Jesús nos dice que quien lo come tiene vida eterna y quien no lo come, no la tiene. Pero, no te olvides que para comulgar dignamente, debemos estar libres de pecado mortal. La advertencia de San Pablo es para temblar: «quien coma el pan o beba el cáliz indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor. (…) Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación» (1 Cor 11, 27-28). Comulgar en pecado mortal es un terrible sacrilegio: equivale a profanar la Sagrada Eucaristía, a Cristo mismo.

7. Necesitamos dejar el mal que hemos hecho. El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar.

8. La confesión es vital en la luchar para mejorar. Es un hecho que habitualmente una persona después de confesarse se esfuerza por mejorar y no cometer pecados. A medida que pasa el tiempo, va aflojando… se «acostumbra» a las cosas que hace mal, o que no hace, y lucha menos por crecer. Una persona en estado de gracia –esta es una experiencia universal– evita el pecado. La misma persona en pecado mortal tiende a pecar más fácilmente.


Otros motivos que hacen muy conveniente la confesión
a) Necesitamos paz interior. El reconocimiento de nuestras culpas es el primer paso para recuperar la paz interior. Negar la culpa no la elimina: sólo la esconde, haciendo más penosa la angustia. Sólo quien reconoce su culpa está en condiciones de liberarse de ella.

b) Necesitamos aclararnos a nosotros mismos. La confesión nos «obliga» a hacer un examen profundo de nuestra conciencia. Saber qué hay «adentro», qué nos pasa, qué hemos hecho, cómo vamos… De esta manera la confesión ayuda a conocerse y entenderse a uno mismo.

c) Todos necesitamos que nos escuchen. ¿En qué consiste el primer paso de la terapia de los psiquiatras y psicólogos sino en hacer hablar al «paciente»? Y te cobran para escucharte… y al «paciente» le hace muy bien. Estas dos profesiones han descubierto en el siglo XX algo que la Iglesia descubrió hace muchos siglos (en realidad se lo enseñó Dios). El decir lo que nos pasa, es una primera liberación.

d) Necesitamos una protección contra el auto-engaño. Es fácil engañarse a uno mismo, pensando que eso malo que hicimos, en realidad no está tan mal; o justificándolo llegando a la conclusión de que es bueno, etc. Cuando tenemos que contar los hechos a otra persona, sin excusas, con sinceridad, se nos caen todas las caretas… y nos encontramos con nosotros mismos, con la realidad que somos.

e) Todos necesitamos perspectiva. Una de las cosas más difíciles de esta vida es conocerse uno mismo. Cuando «salimos» de nosotros por la sinceridad, ganamos la perspectiva necesaria para juzgarnos con equidad.

f) Necesitamos objetividad. Y nadie es buen juez en causa propia. Por eso los sacerdotes pueden perdonar los pecados a todas las personas del mundo… menos a una: la única persona a la que un sacerdote no puede perdonar los pecados es él mismo: siempre tiene que acudir a otros sacerdote para confesarse. Dios es sabio y no podía privar a los sacerdotes de este gran medio de santificación.

g) Necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados: si tenemos las disposiciones necesarias para el perdón o no. De otra manera correríamos un peligro enorme: pensar que estamos perdonados cuando ni siquiera podemos estarlo.

h) Necesitamos saber que hemos sido perdonados. Una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado. Necesitamos una confirmación exterior, sensible, de que Dios ha aceptado nuestro arrepentimiento. Esto sucede en la confesión: cuando recibimos la absolución, sabemos que el sacramento ha sido administrado, y como todo sacramento recibe la eficacia de Cristo.

i) Tenemos derecho a que nos escuchen. La confesión personal más que una obligación es un derecho: en la Iglesia tenemos derecho a la atención personal, a que nos atiendan uno a uno, y podamos abrir el corazón, contar nuestros problemas y pecados.

j) Hay momentos en que necesitamos que nos animen y fortalezcan. Todos pasamos por momentos de pesimismo, desánimo… y necesitamos que se nos escuche y anime. Encerrarse en sí mismo solo empeora las cosas…

k) Necesitamos recibir consejo. Mediante la confesión recibimos dirección espiritual. Para luchar por mejorar en las cosas de las que nos confesamos, necesitamos que nos ayuden.

l) Necesitamos que nos aclaren dudas, conocer la gravedad de ciertos pecados, en fin… mediante la confesión recibimos formación.


Algunos motivos para no confesarse
1. ¿Quién es el cura para perdonar los pecados…? Sólo Dios puede perdonarlos.

Hemos visto que el Señor dio ese poder a los Apóstoles. Además, permíteme decirte que ese argumento lo he leído antes… precisamente en el Evangelio… Es lo que decían los fariseos indignados cuando Jesús perdonaba los pecados… (puedes mirar Mt 9, 1-8).

2. Yo me confieso directamente con Dios, sin intermediarios.

Genial. Me parece bárbaro… pero hay algunos «peros»…
Pero… ¿cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona? ¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?
Pero… ¿cómo sabes que estás en condiciones de ser perdonado? Te darás cuenta que no es tan fácil… Una persona que robara un banco y no quisiera devolver el dinero… por más que se confesara directamente con Dios… o con un cura… si no quisiera reparar el daño hecho –en este caso, devolver el dinero–, no puede ser perdonada… porque ella misma no quiere «deshacerse» del pecado.

Este argumento no es nuevo… Hace casi mil seiscientos años, San Agustín replicaba a quien argumentaba como vos: «Nadie piense: yo obro privadamente, de cara a Dios… ¿Es que sin motivo el Señor dijo: «lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo»? ¿Acaso les fueron dadas a la Iglesia las llaves del Reino de los cielos sin necesidad? Frustramos el Evangelio de Dios, hacemos inútil la palabra de Cristo.»

3. ¿Porque le voy a decir los pecados a un hombre como yo?

Porque ese hombre no un hombre cualquiera: tiene el poder especial para perdonar los pecados (el sacramento del orden). Esa es la razón por la que vas a él.

4. ¿Porque le voy a decir mis pecados a un hombre que es tan pecador como yo?

El problema no radica en la «cantidad» de pecados: si es menos, igual o más pecador que vos…. No vas a confesarte porque sea santo e inmaculado, sino porque te puede dar al absolución, poder que tiene por el sacramento del orden, y no por su bondad. Es una suerte –en realidad una disposición de la sabiduría divina– que el poder de perdonar los pecados no dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible ya que uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar… Además, el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.

5. Me da vergüenza…

Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la paz interior que consigas después de decirlo. Además te cuesta, precisamente porque te confiesas poco…, en cuanto lo hagas con frecuencia, verás como superarás esa vergüenza.

Además, no creas que eres tan original…. Lo que vas a decir, el cura ya lo escuchó trescientas mil veces… A esta altura de la historia… no creo que puedas inventar pecados nuevos…

Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un gran santo: el diablo quita la vergüenza para pecar… y la devuelve aumentada para pedir perdón… No caigas en su trampa.

6. Siempre me confieso de lo mismo…

Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que uno ha cometido… y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o menos los mismos… Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos… Además cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan machas nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del mismo tipo… Para querer estar limpio basta querer remover la mugre… independientemente de cuán original u ordinaria sea.

7. Siempre confieso los mismos pecados…

No es verdad que sean siempre los mismos pecados: son pecados diferentes, aunque sean de la misma especie… Si yo insulto a mi madre diez veces… no es el mismo insulto… cada vez es uno distinto… No es lo mismo matar una persona que diez… si maté diez no es el mismo pecado… son diez asesinatos distintos. Los pecados anteriores ya me han sido perdonados, ahora necesito el perdón de los «nuevos», es decir los cometidos desde la última confesión.

8. Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los pecados que confieso…

El desánimo, puede hacer que pienses: «es lo mismo si me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual». No es verdad. El hecho de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Uno que se baña todos los días… se ensucia igual… Pero gracias a que se baña, no va acumulando mugre… y está bastante limpio. Lo mismo pasa con la confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima los pecados… hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo nos hace mejores.

9. Sé que voy a volver a pecar… lo que muestra que no estoy arrepentido

Depende… Lo único que Dios me pide es que esté arrepentido del pecado cometido y que ahora, en este momento quiera luchar por no volver a cometerlo. Nadie pide que empeñemos el futuro que ignoramos… ¿Qué va a pasar en quince días? No lo sé… Se me pide que tenga la decisión sincera, de verdad, ahora, de rechazar el pecado. El futuro déjalo en las manos de Dios…

10. Y si el cura piensa mal de mi…

El sacerdote está para perdonar… Si pensara mal, sería un problema suyo del que tendría que confesarse. De hecho siempre piensa bien: valora tu fe (sabe que si estás ahí contando tus pecados, no es por él… sino porque vos crees que representa a Dios), tu sinceridad, tus ganas de mejorar, etc. Supongo que te darás cuenta de que sentarse a escuchar pecados, gratis –sin ganar un peso–, durante horas, … si no se hace por amor a las almas… no se hace. De ahí que, si te dedica tiempo, te escucha con atención… es porque quiere ayudarte y le importas… aunque no te conozca te valora lo suficiente como para querer ayudarte a ir al cielo.

11. Y si el cura después le cuenta a alguien mis pecados…

No te preocupes por eso. La Iglesia cuida tanto este asunto que aplica la pena más grande que existe en el Derecho Canónico –la ex-comunión– al sacerdote que dijese algo que conoce por la confesión. De hecho hay mártires por el sigilo sacramental: sacerdotes que han muerto por no revelar el contenido de la confesión.

12. Me da pereza…

Puede ser toda la verdad que quieras, pero no creo que sea un obstáculo verdadero ya que es bastante fácil de superar… Es como si uno dijese que hace un año que no se baña porque le da pereza…

13. No tengo tiempo…

No creo que te creas que en los últimos ___ meses… no hayas tenidos los diez minutos que te puede llevar una confesión… ¿Te animas a comparar cuántas horas de TV has visto en ese tiempo… (multiplica el número de horas diarias que ves por el número de días…)?

14. No encuentro un cura…

No es una raza en extinción, hay varios miles. Toma la guía de teléfono (o llama a información). Busca el teléfono de tu parroquia. Si ignoras el nombre, busca por el obispado, ahí te dirán… Así podrás saber en tres minutos el nombre de un cura con el que te puedes confesar… e incluso pedirle una hora… para no tener que esperar.


Por Pbro. Dr. Eduardo Volpacchio
www.iglesia.org

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MANTRA

El mantra es una vibración que disuelve los oscurecimientos y activa lo luminoso. Su mantra actúa disolviendo los oscurecimiento y activando nuestra esencia luminosa. Los mantras deben recitarse con la motivación correcta, desear nosotros estar bien para poder ayudar a todos los seres. No hace falta recitarlos en voz alta pero los lamas recomiendan al menos mover la boca.

El Gayatri Mantra



OM BHUR- BHUVA- SUVAHA
TAT SAVITUR VARENYAM
BARGHO DEVASYA DHIMAHI
DHIYO YO NAH PRACHODAYAT

Conversando con Dios

Conversando con Dios
Oremos constantemente. Conozcamos su palabra y sus mandamientos. Permitamos que la luz y la sabiduría nos inunden!

Dalai Lama

Al generar compasión, se empieza por reconocer que no se desea el sufrimiento y que se tiene el derecho a alcanzar la felicidad. Eso es algo que Al puede verificarse con facilidad. Se reconoce luego que las demás personas, como uno mismo, no desean sufrir y tienen derecho a alcanzar la felicidad. Eso se convierte en la base para empezar a generar compasión.
Así pues, meditemos hoy sobre la compasión. Empecemos por visualizar a una persona que está sufriendo, a alguien que se encuentra en una situación dolorosa, muy infortunada. Durante los tres primeros minutos de la meditación, reflexionemos sobre el sufrimiento de ese individuo de forma analítica, pensemos en su intenso sufrimiento y lo infeliz de su existencia. Después tratemos de relacionarlo con nosotros mismos, pensando: "Este ser tiene la misma capacidad que yo para experimentar dolor, alegría, felicidad y sufrimiento". A continuación, tratemos de que surja en nosotros un sentimiento natural de compasión hacia esa persona. Intentemos llegar a una conclusión, pensemos en lo fuerte que es nuestro deseo de que esa persona se vea libre de su sufrimiento. Tomemos la decisión de ayudarla a sentirse aliviada. Finalmente, concentrémonos en esa resolución y, durante los últimos minutos de la meditación, tratemos de generar un estado de compasión y de amor en nuestra mente
.

La pregunta


Preguntaba el monje:
«Todas estas montañas y estos ríos y la tierra y las estrellas...¿de dónde vienen?»
Y preguntó el Maestro:

«¿Y de dónde viene tu pregunta?»

Decreto de la Felicidad

YO no hablo, ni permito que se me hable nada contrario a la perfecta salud, la felicidad y la prosperidad.
YO le hago sentir a todo ser viviente que lo considero valioso.
YO le busco el lado bueno a todo lo que me ocurre, y a todo lo que veo ocurrir a otros.
YO pienso en todo lo mejor. Espero todo lo mejor. Trabajo únicamente por lo mejor.
YO siento igual entusiasmo por lo bueno que le ocurre a otro que por lo que me ocurre a mí.
YO olvido mis errores del pasado y sigo adelante a mayores triunfos.
YO llevo una expresión agradable en todo momento, y sonrío a todo ser que contacto.
YO no tengo tiempo para criticar a los demás. ya que paso tanto tiempo mejorándome.
YO me hago tan fuerte que nada puede perturbar la paz de mi mente.
YO SOY demasiado grande para preocuparme. Demasiado noble para enfurecerme. Demasiado fuerte para temer. Demasiado feliz para permitir la presencia de algo negativo

Abre tú corazón

Abre tú corazón
Dale la llave solo a Dios. A veces dejamos que a nuestra casa ingresen quien no debe y por eso nos vemos envueltos en grandes problemas tanto materiales como espirituales. Debemos ser selectivos.

Grandes Maestros

Grandes Maestros
Aprendamos de los grandes! Sus vidas son un ejemplo de que una sola persona puede hacer la diferencia y que si todos somos hijos de Dios, sin importar la religión, creencias, etc, somos uno con el todo.

Manifestaciones Divinas

Manifestaciones Divinas
Observa con detenimiento y verás el rostro de Dios

IRRADIAR A DIOS

¡Oh, Jesús!Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera quevaya. Inunda mi alma de tu espíritu y vida. Penétramey aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vidasea una irradiación de la tuya. Ilumina por mi medio yde tal manera toma posesión de mí, que cada alma conla que yo entre en contacto pueda sentir tu presenciaen mi alma.Que al verme no me vea a mí, sino a Tí en mí.Permanece en mí. Así resplanderceré con tu mismoresplandor, y que mi resplandor sirva de luz para losdemás. Mi luz toda de Tí vendrá, Jesús; ni el más leverayo será mío. Serás Tú el que iluminarás a otros pormi medio.Sugiéreme la alabanza que más te agrada, iluminando aotros a mi alrededor. Que no te pregone con palabrassino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo llevea cabo, con el destello visible del amor que micorazón saca de Tí. Amén
Cardenal Newman

El poder de Dios

El poder de Dios
Somos uno con la naturaleza. La grandeza y belleza rebosa!!

SALVE MARIA

Dios te salve María, llena eres de gracia El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén